jueves, 14 de abril de 2011

Sueño

Diario de Avisos, 14 de abril de 2011

Soñé que llegaba a una oficina pública cualquiera y habían externalizado la gestión de los clips. Una fórmula megayupi servía para calcular con exactitud cuántos clips requería de media un auxiliar administrativo a una productividad del ocho por ciento elevada al cuadrado de Pi. El derroche de clips resultaba insostenible, así que para atajar el despilfarro el departamento de disfunción pública había contratado a una empresa privada un software súper-eficaz por sólo treinta millones de euros. Un cartel fluorescente anunciaba las medidas de ahorro. Para fotocopiar un documento, tecleé un código de nueve dígitos porque, en aras de la optimización de los recursos no fungibles, se permitía el acceso a la máquina sólo cuando una empresa privada, propiedad de un primo de un consejero, activaba por unos 11 euros cada apertura del depósito de papel DIN A4.

Soñé que a la entrada del trabajo tenía que poner el dedo en un aparato instalado por una empresa privada que casi siempre fallaba, porque “cualquier pielecita, sudor o mota” impedían su lectura digital. Soñé que un guardia de seguridad privado me abría la puerta; soñé que subía al segundo piso y allí se afanaba una limpiadora de una empresa a la que cada tres meses subrogaba otra cambiándole vestuario y logotipo. Soñé que me robaban tiempo, ya que la operación sumatoria no había sido incorporada al sistema informático para el fomento del presentismo, de modo que se me restaban los minutos de menos pero no se me contaban los minutos de más. Soñé que flexibilizaban el horario hasta tal punto que podía entrar al trabajo entre las 8.00 y las 8.10. Soñé que estando enferma, mis datos personales se enviaban a una empresa cibernética que a su vez los enviaba a otra para que fueran colgados confidencialmente en una red centralizada al acceso de cualquiera.

Como los baños de la primera planta seguían sin generar beneficios se había optado por su privatización a cargo de una multinacional de servicios, batiburrillos y contratos basura, que lo mismo surtía de informáticos, servicios de hemodiálisis, profesores volantes o gestores de water públicos. A los lados de las ventanas se reduplicaban los operarios de la empresa Relon, contratados para bajar y subir persianas a medida que el sol iniciaba su ascenso, adaptando la gradación lumínica a las necesidades departamentales mucho más eficientemente que si lo hicieran funcionarios, ya que éstos pasaban sus mañanas en la playa, según un estudio nunca visto que todos citaban elaborado por una consultora; la misma que recomendaba la externalización de servicios públicos, la misma que había resultado adjudicataria de los servicios privatizados.
Soñé que por realizar las notificaciones de las que antes se encargaban funcionarios ahora una empresa cobraba nueve euros por cada una. Soñé que después del PICAP venía el SEFCA, después el RICDA, y quizás luego el MODCA, porque aquellos aplicativos informáticos eficientísimos, contratados por diez millones de euros a la amiga de la hija del concejal, habían quedado desfasados al instante, siendo reemplazados por otros aún más eficientísimos, contratados al yerno del asesor... Entonces desperté.

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